sábado, 23 de junio de 2012
Silvia López
de Maturana - CREDEULS (2012)
Nos interesa el posicionamiento político del profesorado
por las implicancias éticas que tiene para el cambio en las maneras de aprender
y de enseñar. De acuerdo a la evidencia empírica, lo consideramos como la
manifestación intencional en la acción de las ideas del o de la profesor/a, coherente
con el discurso y con el pensamiento que se construye sobre esa relación.
Implica la toma de conciencia de su rol como profesional dispuesto a construir
con otros y otras una escuela que se desligue de cualquier forma de dominación
y que busque la dignidad, derechos y libertades de todas las personas. El posicionamiento
político del profesorado trasciende
las retóricas de participación, proselitismo y posturas político partidistas.
Cuestiones estas, que confunden cuando se habla en términos de política, ya que
es frecuente que se deslegitime su valor social y no se asuma el riesgo ni la
responsabilidad de las propias acciones, eludiendo los problemas que, se cree,
el posicionamiento político acarrea. Por
lo tanto, se trata de abordar el problema educativo desde una perspectiva
crítica y no entrar en el juego del sometimiento institucional que generalmente
conduce a acomodarse ante los cambios
tecnocráticos y a considerar la educación separada de la política, razón por
cual, se la reduce a un entrenamiento técnico suficiente para reproducir las
incongruencias escolares. El peligro radica en que el comportamiento
despolitizado se asuma tácitamente y genere
una práctica docente inhibidora que prive del sentido de la propia cultura.
Estar posicionado políticamente facilita abordar el
problema educativo desde una perspectiva crítica, desenmascarar las
pretensiones dominantes y no entrar en el juego del sometimiento institucional
que muchas veces intenta que los profesores solo se acomoden ante cambios tecnocráticos. Los profesores mientras puedan
demostrar que los derechos y las libertades se pueden tomar a pesar de las
restricciones, pueden movilizar críticamente a la comunidad educativa –sobre
todo a quienes creen que no se puede salir de las condiciones dadas- para
provocar el cambio desde las bases, lo que significa reconocer que “la historia
es un tiempo de posibilidades y no de determinismo” (Freire, 2001). Vivimos en
una sociedad que ha despolitizado lo cotidiano con la consecuente menor
implicación en las tareas, en virtud de lo cual, la profesionalidad docente
pasa a ser una artificialidad y nadie asume la responsabilidad que conlleva el
rol que desempeñan los profesores. Por ejemplo, en muchas escuelas se fracciona
el conocimiento y se enseña y se aprende sin creatividad ni encantamiento. Peor
aún, se simula enseñar y se simula aprender a pesar de las reformas. En
consecuencia, nos parece un deber profesional, ético y político buscar líneas
de acción orientadas a redefinir el compromiso docente.
El posicionamiento político del profesorado puede transformar la queja pueril y la
indiferencia en elementos para el cambio, por ejemplo, la búsqueda de
coherencia en sus acciones, el planteamiento de alternativas optimistas, la
intencionalidad de involucrar a sus colegas, directivos y alumnado en un
proyecto común, o la búsqueda de participación con la comunidad son
características relevantes para transformar un ambiente escolar pasivo y
proporcionar una base significativa para el trabajo anti-hegemónico. Eso puede
suceder porque no existe el profesorado neutral, por lo que es tan válido lo
que hacen como lo que no hacen o dejan de hacer, pero lo que realmente importa
es saber si son conscientes de aquello. Ese es el fundamento prioritario para
referirnos al posicionamiento político consciente y asumido por el profesor
expresado en su práctica, en la teoría que maneja y en los aportes que hace a
la comunidad educativa.
De acuerdo con Freire (2002 [1994]), los mejores
instrumentos políticos para defender los intereses y derechos de los profesores
son: la capacitación científica iluminada por su claridad política, la
capacidad, el gusto por saber más y la curiosidad siempre despierta del
profesor. Eso les motiva a rechazar el papel de seguidores dóciles de paquetes
de instrucciones y a demostrar que ellos también pueden saber y crear. Por lo
tanto, no es solo una tarea técnica ni de aplicación de teorías de aprendizaje,
es implicarse en el proceso y posicionarse políticamente siendo conscientes de
las consecuencias que esto acarrea para la escuela y la sociedad.
(Se sugiere leer a: Apple, 1986; Freire, 1990, 2001; Mac
Laren,1998; Popkewitz, 1990).
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